Dying Light: The Beast comenzó su desarrollo como un DLC que sería parte de la Ultimate Edition de Dying Light 2, pero Techland rápidamente vio el enorme potencial de esta expansión, así que decidió convertirlo en un juego completo.
Por lo que ahora tenemos una nueva región para explorar, una historia bastante interesante y poderes completamente nuevos. Así que prepara tus mejores habilidades de parkour, desata tu bestia interior y continúa leyendo la reseña de Dying Light: The Beast.

Teme a la oscuridad de tu interior.
Volvemos a tomar el control de Kyle Crane, el protagonista del primer Dying Light. Tras los eventos del juego original, Crane fue capturado y encerrado durante más de 13 años, siendo sometido a crueles experimentos. Sin embargo, cuando llega un nuevo sujeto de prueba, el Barón, científico de la GRE (Global Relief Effort), decide que Crane ya no es indispensable y debe morir.
Milagrosamente, logramos escapar de aquel lugar con la ayuda de Olivia, una misteriosa mujer que también busca venganza contra el Barón. Ella nos habla sobre las Quimeras, monstruos que han sido genéticamente modificados y que, en su sangre, tal vez se encuentren las respuestas que busca Crane.

Ahora será nuestra tarea recorrer las calles y paisajes de Castor Woods, un pueblo ubicado en los Alpes europeos. Por supuesto, el virus Harran ha consumido la zona y está completamente infestada de zombis. Por lo que ir detrás de estas Quimeras y “consumir” su sangre será una tarea que pondrá a prueba a Kyle Crane.
Una nueva propuesta, basada en su propia fórmula.
El parkour regresa como la pieza fundamental de la jugabilidad en The Beast. Podrás escalar, saltar, correr por paredes y desplazarte ágilmente por los techos para evitar a los enemigos, una mecánica ahora más pulida que en entregas anteriores.
También están de regreso los automóviles. Estos los encontrarás dispersos por toda la ciudad y, aunque es genial ir atropellando zombis, recuerda que se irán dañando con cada golpe y terminarán explotando. Yo te sugiero que los utilices para cuando no sepas llegar a tu próximo objetivo, ya que vienen con un útil GPS incluido.

Sea en coche o a pie, explorar Castor Woods es un placer. A medida que avanzas, te encontrarás con misiones secundarias, no muy variadas, pero con buenas recompensas. Además, vas a poder saquear tiendas, entrar en zonas oscuras o ayudar a errantes en el camino. Sin embargo, cuidado: algunos solo buscan tenderte una trampa.
Cuando sea necesario combatir, podrás equipar hasta cuatro armas simultáneamente, combinando entre fuego y cuerpo a cuerpo. Estas armas, al igual que en Silent Hill F, se deterioran con el uso, pero pueden mejorarse para aumentar el daño y añadir efectos secundarios como fuego, veneno o electrocución.

Hasta aquí tenemos un juego muy similar a las anteriores entregas, pero todo cambia con el sistema de furia que te permite desencadenar el poder de la Bestia. En este estado causarás un daño devastador, que será crucial para cuando luches contra los jefes.
Al principio, este poder se activará por sí solo cuando recibas o hagas daño, pero, a medida que acabes con más Quimeras y “consumas” su sangre, tendrás control sobre él. Incluso lo podrás activar cuando tu barra esté casi vacía.

Volviendo a lo conocido, la jugabilidad cambia radicalmente entre el día y la noche. Durante el día podrás explorar y combatir con relativa comodidad, pero al caer el sol aparecen los Volátiles. Estos infectados son rápidos y letales.
Si te detectan, iniciará una persecución donde incluso se pueden unir más de estos monstruos. Su parkour es muy superior al tuyo, lo que te obliga a perfeccionar tus habilidades para esquivar y escapar. Ahora bien, el riesgo viene junto con la recompensa, por lo que ganarás doble experiencia durante la noche.

Y hablando de experiencia, al obtenerla y subir de nivel irás ganando puntos. Estos te desbloquearán nuevas habilidades, como mayor daño de las armas o nuevos movimientos de parkour. Cabe aclarar que los puntos que ganas con las Quimeras son exclusivos para este poder, y viceversa.

Visualmente, el juego se ve espectacular, y uno de los mejores detalles es el diseño de los zombis, donde las heridas de nuestros golpes corresponden al lugar donde se golpeó, pudiendo cercenar miembros o romper quijadas si atinamos al centro de la cabeza. Los entornos también están llenos de detalles y son bastante variados, transmitiendo esta atmósfera postapocalíptica.
Esta reseña se realizó en PS5 Pro, donde tuvimos un excelente rendimiento. En modo calidad, el título mantiene 30 cuadros por segundo de manera estable, mientras que en modo rendimiento alcanza 60 FPS fluidos, sacrificando algunos detalles en texturas, sombras e iluminación.






Para mí, el gran ausente fue el Ray Tracing, pero como te contamos antes, este se hará presente en una futura actualización, aunque hasta el momento será exclusivo en PC.
Ya para cerrar esta reseña de Dying Light: The Beast, el juego es el regreso triunfal de los zombis. Además, si estás corto de presupuesto, con esta aventura tendrás aseguradas al menos 35 horas de diversión, que se duplicarán si vas por el 100 %. Y si añadimos el modo New Game +, que llegará en algunas semanas, tendrás un juego que te durará desde hoy hasta Navidad.
Sin más que agregar, no olvides que Dying Light: The Beast ya se encuentra disponible en Xbox Series X|S, PS5, PC vía Steam y Epic Games Store, además si compraste la versión Ultimate de Dying Light 2, lo podrás jugar completamente gratis.

EN RESUMEN
Dying Light: The Beast cuenta con un parkour refinado, mejoras en el combate y una historia bastante interesante. Aunque las misiones secundarias son genéricas, la experiencia zombi es sólida y disfrutable.
CALIFICACIÓN: 8.5/10


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